

Para garantizar que los beneficios locales estén vinculados a la presencia de vida salvaje, el primer paso es capacitar a las comunidades para que vigilen la vida salvaje en sus tierras. Cada aldea elige a dos "responsables comunitarios de cámaras trampa", que reciben formación y son contratados para utilizar cámaras trampa, que colocan en las zonas que consideran más ricas en fauna de sus aldeas. Las cámaras trampa se revisan cada mes y las imágenes se muestran en el pueblo para concienciar a la población.
La comunidad debe querer participar en el programa y asumirlo como propio a todos los niveles. Debe haber financiación suficiente para el equipo y los salarios.
Es necesario entablar un amplio debate con la comunidad para que comprenda el programa, de modo que las cámaras-trampa no resulten dañadas o robadas. El compromiso más amplio, mostrando las imágenes en las aldeas, también fue muy importante para despertar el interés y la concienciación sobre la conservación.