Sea PoWer facilitó la formación de dos grupos de mujeres productoras. Las involucró en el diseño de la tecnología de redes tubulares (por ejemplo, probando la longitud de la red y el método de recolección) para garantizar que la tecnología se adaptara a sus necesidades.
SeaPoWer desarrolló la capacidad de los productores para:
- Construir redes tubulares.
- Plantar y controlar el crecimiento de las algas.
- Llevar registros.
- Estar más seguros en el mar (por ejemplo, llevar chalecos salvavidas en el barco).
- Manejar embarcaciones con hombres.
- Construir cestas trampa para capturar peces bajo las redes.
Sea PoWer también animó a las mujeres a trabajar en grupo, ya que se necesitan varias personas para sembrar y recoger las redes, y apoyó su capacidad de organización.
Disponibilidad de equipos y apoyo técnico. Sea PoWer suministró los materiales para construir las redes tubulares y cultivar algas con ellas (redes de pesca, cuerdas, tubos de PVC, embarcación). Esto permitió eliminar las limitaciones relacionadas con el acceso a los equipos y el riesgo percibido de dedicarse a esta nueva forma de producción. Sea PoWer siguió de cerca su asimilación de la tecnología.
Voluntad de cooperar. Las mujeres comprometidas con Sea PoWer destacaron la colaboración social como un entorno propicio fundamental para promover el intercambio de conocimientos para la adaptación.
Los factores ajenos a la propia tecnología, como las percepciones o las prácticas arraigadas, son tan importantes como el diseño tecnológico. Por ejemplo, superar el miedo y el tabú a subir al barco y aprender técnicas de seguridad en el mar (por ejemplo, llevar chaleco salvavidas) va de la mano del propio uso de la tecnología (redes tubulares).
El aumento de la productividad derivado del uso de la tecnología agrícola mejorada debe compensarse con el tiempo que se tarda en familiarizarse con ella, especialmente en el caso de las mujeres, que normalmente ya soportan la mayor parte de la carga de trabajo en el hogar.