Preservar el pulso del delta: La iniciativa comunitaria de Rufiji para salvaguardar los ecosistemas de manglares
En el delta del Rufiji, en Tanzania, los manglares cubren más de 53.000 hectáreas y sustentan a miles de personas con alimentos, combustible, madera y protección costera. Sin embargo, la gran dependencia de estos bosques y la escasa aplicación de la normativa han provocado una degradación generalizada. Para hacer frente a esta situación, las comunidades de Nyamisati, Kiomboni, Mfisini y Mchinga crearon el Área de Gestión Colaborativa de los Manglares de Salale con un enfoque de Gestión Forestal Participativa. Esta solución de base capacita a la población local para cogestionar los recursos, reforzando la gobernanza, la administración y la resiliencia. Con el apoyo de socios como USAID, el PNUMA y el Convenio de Nairobi, las comunidades han restaurado 10 hectáreas de manglares y participan activamente en la planificación de la conservación. La iniciativa aborda la pérdida de hábitats, la inseguridad de los medios de subsistencia y las amenazas climáticas garantizando que las partes interesadas locales estén en el centro de la toma de decisiones. El resultado es tanto la recuperación ecológica como la mejora de los medios de subsistencia, lo que demuestra que la acción dirigida por la comunidad puede salvaguardar ecosistemas vitales.
Impactos
La zona de colaboración para la gestión de manglares de Salale, en el delta del Rufiji, en Tanzania, ha generado beneficios medioambientales, sociales y económicos cuantificables. Desde el punto de vista medioambiental, la protección abarca ahora 53.255 hectáreas de manglares, casi la mitad del total del país, mientras que se han replantado 10 hectáreas de bosque degradado, reforzando la estabilidad del litoral, el almacenamiento de carbono y la biodiversidad. Desde el punto de vista social, más de 800 miembros de las comunidades de Nyamisati, Kiomboni, Mfisini y Mchinga participan directamente en la gestión, recibiendo formación en recolección sostenible, desarrollo de viveros y supervisión. Las mujeres y los jóvenes, antes marginados, desempeñan ahora un papel activo en la gobernanza, mejorando la equidad y la cohesión. Desde el punto de vista económico, más de 200 pescadores artesanales informan de una mejora de las capturas en las zonas restauradas, mientras que la reducción de la presión sobre la explotación de los manglares ha permitido la diversificación hacia actividades como la producción de miel y el ecoturismo. En conjunto, estos resultados demuestran que la gestión comunitaria puede restaurar los ecosistemas y mantener al mismo tiempo los medios de subsistencia.